Este texto es una ponencia que leí en La Universidad de Salamanca dentro del Ciclo "Los retos de las artes escénicas para el Siglo XXI". La cuelgo en este blog poreue pienso que mucho de lo que enuncia ha nacido del proceso de trabajo y estudio de Anatomía poética.
LA FUGACIDAD DEL CUERPO
“Algunos, en efecto, dicen que el alma es sobretodo y primeramente lo que produce movimiento” Aristóteles. “Acerca del alma”. Luego la danza sería en esencia el arte del alma, el arte de lo que se mueve, de lo que no perdura, de lo que ha de morir.
En este congreso se debaten los retos que las artes escénicas, entre ellas la danza, tienen pendientes en este siglo. Lo que me gustaría aportar en esta breve intervención es el deber ético que, a mi forma de ver, tiene la danza de mostrar un cuerpo fugaz, sujeto al tiempo y a su naturaleza de carne. Ese deber se vuelve ético en una sociedad que elude nuestra fragilidad y nuestra temporalidad, en una sociedad que nos impone la imagen de un cuerpo activo, sano, equilibrado y que se cree eterno.
La danza ha sido el paradigma de un cuerpo controlado y dominante, o por lo menos la danza en la que yo me formé, dejando de lado los aspectos más frágiles de la naturaleza humana. Como coreógrafa siempre me ha interesado acercarme a estos aspectos, que me han desvelado más del hombre que sus actos de control. Me interesa la torpeza del movimiento, ya que la mayor parte de nuestra vida estará acompañada de ella; me interesa el esfuerzo que representa el movimiento, ya que el esfuerzo nos acompaña con cada acto; me interesan los momentos donde la fuerza que tenemos es menor que la tarea que nos exigimos; me interesa ver la duda en el cuerpo, ya que sin duda no existe el pensamiento. Toda esta fragilidad a la que me acerco me conduce a un cuerpo humano, o por lo menos me acerca más a la medida de mi propio cuerpo. Me gustaría, a través de mi trabajo artístico mostrar que nuestro tamaño es el de la carne y el de la vida, y que ambos tamaños son tan pequeños como prodigiosos.
Trabajo en la más efímera de las artes, un arte en la que nada perdura, un movimiento se construye y se destruye casi a la vez. Lo que va diciendo el cuerpo desaparece mientras es dicho, y eso me parece hermoso y desesperante. Sin embargo la danza, en esta fugacidad, tiene una capacidad única: la de medir el tiempo con el cuerpo. El acto de la danza se apropia del tiempo lo subdivide y lo habita ,y esa experiencia del tiempo como devenir ,os aseguro, que es una experiencia única, que te hace comprender de una manera irracional, porqué somos temporales. Esta experiencia del tiempo hecho cuerpo, me ha hecho sentir, en la piel, la idea de duración como algo indisociable de la vida. Comprender y aceptar el tiempo como devenir y no como posesión es algo que creo, sólo puede hacer el cuerpo y es algo que , éticamente, debería de transmitir la danza. La danza como creación efímera debería de enseñarnos a asumir nuestra fugacidad, debería de apremiarnos a vivir esa medida de tiempo que es el instante, única medida que podemos rozar con las manos. Las veces que ,como bailarina, he tenido el instante en mis manos y en mi cuerpo, he sentido una profunda vitalidad y no he sentido, en absoluto, la nostalgia de un tiempo que ha de acabarse.
A pesar de todas estas reflexiones que os cuento mi encuentro racional con los límites de mi cuerpo, no es un encuentro tranquilo, está lleno de vértigos y de contradicciones que sólo se mitigan cuando trabajo. Quizá por eso os hablo desde el trabajo de unos retos de los que no os podría hablar como ser humano, como mujer.
Galeno, el médico romano definía así el movimiento : “Cuando un cuerpo no cambia respecto a la situación anterior, decimos que está en estado de reposo; pero si de alguna manera se aleja de tal estado diremos que experimenta el movimiento”. Por tanto, para él, el movimiento era la experiencia del cambio, de la transformación. Me gustaría exigirle a la danza que conciba el movimiento como transformación, me gustaría exigirme a mí misma esta tarea. Transformar con cada movimiento la experiencia que un cuerpo tiene de sí mismo y a la vez al mostrar esta transformación, transformar al espectador en su propio cuerpo.
Me gustaría terminar estas líneas con una cita de John Berger, dice así
“En realidad siempre estamos entre dos tiempos, el del cuerpo y el de la conciencia. De ahí la distinción que hacen toda las demás culturas entre el cuerpo y el alma. El alma es lo primero, y sobre todo, el escenario de otro tiempo”.