martes, 26 de octubre de 2010

Sin título

He trabajado con los ojos cerrados para que mi cuerpo se volviera el mundo, el único mundo que quería percibir, he estado así tres años. He huido del mundo de fuera, con los ojos entre-cerrados como en lo mejor del mejor de los polvos. Ahora me he dado cuenta de que, aún con los ojos cerrados, mis movimientos los he hecho para ser vista por el mundo, y, claro, el mundo los ha juzgado y se ha apartado de ellos. Se ha apartado porque con ellos no me he acercado lo suficiente ni al mundo, ni a mí misma. Y ahora me muevo en una tierra de nadie, en una soledad donde no entra el mundo porque no ha querido entrar, aunque yo me he expuesto a él. Es algo muy cercano al fracaso en su esencia.

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